jueves, 15 de marzo de 2012

Razón antes que pasión


El béisbol se encuentra en una etapa de transformación a niveles gerenciales. Esa nueva generación de administradores es la que muchas veces deja a los fanáticos tradicionales buscando argumentos para validar algunas de sus movidas.

¿Por qué pagarle más de $250 millones a un solo pelotero?, ¿por qué pagar más de $100 millones por un lanzador que todavía no ha realizado ni un lanzamiento en Grandes Ligas?, ¿$36 millones por un prospecto que se cree tener 27 años y todavía no ha conectado ni un hit a nivel profesional? Éstas y muchas otras decisiones son las que confunden, incluso a aquellos de nosotros que somos parte de la industria.

Personas con conocimientos de técnicas gerenciales que serían más apropiadas en las oficinas del mercado de valores en Nueva York, de análisis cuantitativo, estadísticas y otros métodos financieros, son los que poco a poco se han ido apropiando de los puestos gerenciales de las Grandes Ligas, llevando a un segundo plano la tradicional cultura instuitiva de sus directivos.

Muchos creen que el arquitecto de toda esta nueva revolución es el ahora famoso Billy Beane, gerente de los Atléticos de Oakland y figura principal del libro titulado Moneyball, eventualmente convertido en película. En realidad, Beane fue sólo un instrumento utilizado para demostrar una filosofía que llevaba ya más de 20 años de existencia y que fue creada por Bill James. Este señor después de graduarse de la Universidad de Kansas con un bachillerato en economía, puso a funcionar esos conocimientos académicos y comenzó a analizar el béisbol desde una perspectiva radicalmente diferente a la establecida.

Él pensaba que la información tradicional no presentaba un cuadro verdadero de las actuaciones de los jugadores sobre el terreno. El promedio de carreras limpias de los lanzadores, el promedio de bateo, las carreras impulsadas y anotadas fueron pasando a un segundo plano en importancia y términos como valor de jugadores de reemplazo y promedio de embasamiento, entre otros, comenzaron a utilizarse para determinar el valor real de los peloteros.

En 1977 James publicó su libro Bill James Baseball Abstract y comenzó a ganar muchos adeptos, especialmente de fanáticos que, aunque no habían jugado activamente la disciplina, sí tenían una preparación académica, especialmente relacionada con estadísticas y otros aspectos cuantitativos. A esta descripción del juego por medio de números se le llamó sabermetrics, término derivado de la Society for American Baseball Research, organización que estudia objetivamente la actividad dentro del terreno de juego.

Poco a poco, estos métodos fueron ganando adeptos hasta que algunos de sus propulsores llegaron a las oficinas centrales de las organizaciones. Los Atléticos fueron los pioneros, luego otras organizaciones comenzaron a contratar personas con este perfil como lo hicieron los Medias Rojas de Boston con Theo Epstein, quien, a su vez, buscó los servicios de James.

De hecho, el campeonato obtenido por los Medias Rojas en el 2004, su primero en 86 años, fue el catalítico de esta tendencia.

Los Rays de Tampa Bay y los Vigilantes Texas contrataron a sus respectivos fenómenos Andrew Friedman y Jon Daniels, uno inversionista de Wall Street, el otro graduado de economía de la Universidad de Cornell. Ambos de 28 años de edad, sin ninguna experiencia previa en el terreno de juego y ambas organizaciones mejorando sus actuaciones con el tiempo.

Este prototipo de ejecutivo ha ido escalando posiciones gerenciales como es el caso de Alex Anthopoulous en Toronto, Jed Hoyer en San Diego y Chris Antonetti en Cleveland.

La Generación Y de ejecutivos seguirá en aumento en años por venir. Nosotros, los fanáticos, tendremos entonces que comenzar a adaptarnos a un nuevo tipo de juego que, aunque parece el mismo, en sus altas esferas no lo es. En donde la razón se antepone sobre la pasión.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Lo único consistente es el cambio


Transformación es lo constante en las Grandes Ligas. Como consecuencia del nuevo convenio colectivo la MLB y cada uno de sus equipos han tenido que realizar ajustes en la forma de operar su negocio para ser competitivo y rentable a la misma vez.

Para esta temporada 2012 acaban de aprobar un formato que clasificaría a 10 equipos en vez de 8 para la postemporada. Aun con este aumento el béisbol se mantiene con el menor número de equipos que clasifican para la postemporada entre las mayores cuatro disciplina profesionales en Estados Unidos. En el baloncesto y futbol clasifican 16 de 30 y en el Hockey 12 de 32.

Bajo esta nueva configuración en donde una tercera parte del total de los equipos participantes clasifican para la postemporada se podría dar el caso de que un equipo que termine tercero en su división tendría la oportunidad de proclamarse ganador de la Serie Mundial.

Para el 2013 la MLB estaría nivelando a 15 la cantidad de equipos en cada liga. Al transferir a los Astros de Houston de la Liga Nacional a la Americana los juegos interligas serán constantes por toda la temporada. Este formato será bien atractivo para el fanático ya que tendrán la oportunidad de ver jugar en su ciudad a los mejores peloteros de ambas ligas.

Llegando el 2014 con mucha probabilidad se implantará entonces el tan mencionado y esperado Sorteo (Draft) Mundial. El comité establecido a fines del pasado año determinará la forma y manera en la cual se seleccionarán los peloteros a firmar alrededor del mundo entero.

Es interesante ver como una industria que ve un aumento anual en la taquilla al igual que en otras fuentes de ingresos no se conforma ni permanece estática en sus esfuerzos por maximizar sus ganancias.

Incluso los opulentos Yanquis de Nueva York han anunciado que debido a las restricciones de nomina del nuevo convenio colectivo estarán ajustando su presupuesto a tan ‘solo’ $189 millones dentro de un par años.

Modificaciones, ajustes, transformaciones es la orden del día. Lo único consistente en esta industria es el cambio.

Por otro lado nosotros acá en Puerto Rico estamos renuentes al cambio en este aspecto. El béisbol isleño en general necesita una transformación. Desde la forma y manera en la que desarrollamos a nuestros juveniles hasta la operación de la liga de béisbol profesional, que dicho sea de paso este último no se corrige con un simple cambio de presidencia.

Aunque en los dos últimos años han surgido jóvenes prospectos puertorriqueños que nos hacen sentir optimistas ante el futuro, todavía queda mucho trabajo por hacer. Tenemos que reformar el sistema o su inutilidad será consistente.